Mesa Redonda Capítulo de Madrid del PMI
2 marzo, 2019Nueva Web
29 abril, 2019Hoy, que todos estamos apenados por haber visto las imágenes de la Catedral de Notre-Dame en llamas, debemos tener esperanza de que será reconstruida, se trata ya no solo de un símbolo de París y de Francia, sino que se puede decir de toda Europa, y todos los europeos debemos sentirnos concernidos por esta catástrofe, y ayudar en la medida que podamos a su reconstrucción, por su significado y por su historia.
Al hilo de esta triste situación quiero referirme hoy a un icónico elemento, que todos hemos visto ayer derrumbarse de una forma que encogía el corazón de aquellos a los que nos gusta Notre-Dame, nos gusta París y nos gusta la arquitectura con mayúsculas: La Aguja, a la que los franceses denominan «La Fléche».
Notre-Dame, como todas las grandes Catedrales europeas, de las que tantos y tan buenos ejemplos tenemos en España, es el fruto de un esfuerzo colectivo. Comenzada en el Siglo XII, fue terminada más de un siglo después, el Gótico, con su grandeza y luminosidad era el estilo en el que las nuevas Catedrales tenían que ser construidas, para mayor gloria de Dios, y así fue Notre-Dame, si bien es un Gótico aún un poco primitivo y no tiene la grandiosidad a la que se llegaría en otras posteriores.
En el crucero sobre la cubierta se decidió instalar una aguja que fuera visible desde lejos y que simbolizara la elevación al cielo de las plegarias de los fieles, la idea fue magnífica, pero la realidad es que los medios con los que se construyó, y el continuo embate de los vientos en la Ile de la Cité, en medio del Sena, la fueron debilitando y en el siglo XVIII, tras la Revolución Francesa, se decidió demolerla por seguridad.
Así pues, cuando Napoleón I y Josefina se coronaron como Emperadores de Francia en 1804, en Notre-Dame no había aguja. Fue posteriormente en 1842 cuando se convocó un concurso de arquitectura para su completa restauración.
El concurso fue adjudicado a los arquitectos: Jean Baptiste-Antoine Lassus y Eugene-Emmanuel Viollet-le Duc, quienes comienzan los trabajos de restauración, si bien el primero, por ser más veterano y conocido era quien, por así decir, dirigía el proyecto. Pero en 1846 fallece, quedando las obras a las ordenes exclusivas de Viollet-le-Duc.
Este arquitecto se había hecho famoso en toda Francia por sus intervenciones en edificios y ciudades antiguas, en las que defendía la sustitución o restauración de elementos historicistas para embellecer o engrandecer el monumento.
Es él quien proyecta y construye La Fléche, que ayer vimos tristemente caer envuelta en llamas, es decir que no era un elemento original de la Catedral sino un añadido del siglo XIX, la aguja anterior demolida en el siglo XVIII no tenía la altura, la grandeza ni la decoración de ésta.
Es algo que ayer, en las infinitas informaciones que se dieron sobre Notre-Dame en todos los medios, no se dijo, y quería contarlo, porque me parece interesante.
Estoy seguro de que La Fléche volverá a su lugar y de que todos seguiremos disfrutando de su belleza y de su armonía, aunque en este momento su arquitecto Viollet-le Duc se esté removiendo en su tumba, pero sus planos, que se conservan, permitirán que una obra tan grande no se pierda.
Miguel Ángel Álvarez