La metáfora de la Avenida de Mayo II
30 junio, 2013La Metáfora de la Avenida de Mayo IV
29 julio, 2013Habíamos dejado, en el anterior post sobre el tema, al General Juan Domingo Perón recién casado con la actriz Eva Duarte y preparando las elecciones de 1946. Por supuesto las ganó de forma aplastante, e hizo el habitual paseo a través de la Avenida de Mayo desde el Congreso de la Nación hasta la Casa Rosada, acompañado por su joven y bella esposa, entre los vítores de sus seguidores. El Peronismo había nacido y estaba en el poder.
La Argentina que el General Perón recibió era inmensamente rica, fruto de los años de crecimiento y exportación anteriores a su victoria electoral, que ya he comentado. Además una Europa necesitada de todo, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se convertía en un mercado fabuloso para la Nación Argentina que incrementó aún más sus exportaciones e ingresos. Paralelamente al nuevo Presidente le preocupaban mucho las enormes diferencias sociales que se daban en ese gran país, ya que su inmensa riqueza no había llegado a las clases trabajadoras, que carecían de atención social y tenían unos escasos medios de supervivencia.
Los Sindicatos Obreros promotores de las revueltas sociales del año 1945, que consiguieron su salida de la cárcel pedirían participar en las decisiones, y en esa alianza Peronismo-Sindicatos se fundaría el éxito electoral del partido, lo que aún perdura en nuestros días.
Es en el campo de la lucha social y de las relaciones sindicales en el que desde el primer día comenzó a destacarse la figura de su esposa Eva Duarte (Evita), que contaba con juventud (26 años), una atractiva figura (era una mujer muy bella y magníficamente vestida por los mejores modistos) y un encendido verbo que encandilaba a las masas obreras. Recordemos que «La Señora», como todos la llamaban, había sido actriz y en particular actriz radiofónica, en las series que tanto gustaban en los años 40, estaba acostumbrada a encandilar solo con su voz, si a esto le añadimos su brillante presencia, el éxito estaba asegurado.
Y así fue, sus constantes discursos acompañados de generosas dádivas, que aquella riquísima Argentina podía permitirse, y el apoyo de los Sindicatos le granjearon la fama de protectora de los desamparados y la elevaron a la categoría de mito para la clase trabajadora: «Los Descamisados» o «Mis Grasitas» como ella les llamaba cariñosamente.
Paralelamente Evita se convirtió en paladín de la mujer argentina, consiguiendo el voto femenino en futuras elecciones y la mayor integración de la mujer en la vida pública de su país.
Mientras tanto su esposo, el Presidente, se dedicaba a realizar una política involucionista que si bien aquella Argentina podía permitirse, traería a la larga funestas consecuencias para el país.
Comenzó con la proclamación de la libertad económica de la Argentina, que en la práctica significó la cancelación de toda su deuda externa, ya que no quería tener las manos atadas por potencias extranjeras a la hora de emprender las reformas que iba a llevar acabo.
Visto todo lo que pasó en los siguientes años esto parece de otra galaxia, pero esa era la gran potencia económica de aquella República en esos momentos.
Nacionalizó las exportaciones, principal fuente de ingresos del país y compró los ferrocarriles y otras inversiones al capital extranjero, incrementó la productividad agrícola del campo aumentando las extensiones de cultivo, en particular de trigo, cebada y maíz, que vendía al mundo entero, y comenzó poco a poco con una gran asignatura pendiente que tenía la Nación: La Industrialización, empezando por la industria ligera, porque los enormes ingresos provenientes de las materias primas la mayor parte de las veces tenían que ser invertidos en productos manufacturados que Argentina no producía.
Por otra parte muchos exiliados nazis y fascistas procedentes de su derrota en la Segunda Guerra Mundial encontraron refugio en la Argentina. Recordemos la simpatía del General por esas ideologías, que hoy en día contrastaría con sus inquietudes sociales, pero así era de contradictorio el General Perón.
España en la época estaba depauperada, la durísima posguerra española y la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial hacían que estuviera cada vez más aislada y más pobre. La simpatía que el General Perón sentía por la figura del General Franco y su Movimiento Nacional le llevó a ayudar a aquella España exhausta y enviar grandes cargamentos de grano, carne y otros alimentos que tanto necesitaba el pueblo español. Esto le fue enormemente agradecido y andando los años sería su salvación.
La Primera Dama argentina emprende en 1947 un viaje a Europa donde sería recibida entre aplausos. Todo el mundo necesitaba que Argentina le siguiera suministrando sus productos. Tuvo especial brillantez su viaje a España, donde fue agasajada por el General Franco y su esposa de manera especial, a la vez que era vitoreada por el agradecido pueblo español.
Este es para mí el momento álgido de la historia de la República Argentina, si se tratara de una pirámide estaríamos en su vértice, a partir de aquí y hasta nuestros días todo, o casi todo, sería un camino de bajada para ese gran país.
La Avenida de Mayo intensificaba poco a poco un cambio de protagonistas y con la definitiva marcha de las clases pudientes a vivir en otros lugares de la ciudad (fundamentalmente al Barrio Norte), sustituía el uso de sus edificios residenciales y hoteles por oficinas y locales comerciales.
Muchos de los antiguos y esplendorosos hoteles de principios de siglo comenzaron una lenta pero inexorable decadencia, reconvertidos a otros usos o simplemente rebajados de categoría y donde antes había un hotel de cuatro o cinco estrellas nacía otro de dos o tres para mantenerse en el mercado. También algunos organismos públicos empezaron a ocupar los edificios y a darle a la Avenida ese carácter de «downtown» de Buenos Aires que le correspondía por su situación céntrica y próxima a los núcleos del poder.
La colonia española se asentaba de modo definitivo en la zona y «Los Gallegos» (nombre con el que los argentinos nos designan a todos los españoles) eran sus nuevos dueños y protagonistas. Uno de ellos (aunque asturiano) era mi propio padre.
En 1951, sin haber concluido su primer mandato, el Presidente Perón convoca nuevas elecciones, y yo vengo al mundo en esa maravillosa ciudad de Buenos Aires.
Ante esta convocatoria «La Señora» apoyada por los Sindicatos que le eran tan afines quiso hacer «ticket» electoral con su marido como Vicepresidenta, lo que le fue desaconsejado al General por su más cercanos colaboradores, que veían con pavor la presencia de Evita en los Consejos de Ministros, ya que durante los años anteriores habían conocido su vehemente carácter, añadiendo que esa claudicación ante los Sindicatos les podría dar un poder excesivo.
Perón tras meditarlo profundamente decidió que eso podría ser un error político y optó por mantenerla en el papel que tan buenos resultados electorales le podía dar y no formar pareja electoral con ella.
En este acontecimiento se produce una ruptura en el exitoso equipo que habían formado, aunque Evita apoyó a su esposo en todo momento, y éste consiguió una gran victoria que le permitía ser Presidente de la Nación hasta 1958, en este caso con las manos más libres aún que en las elecciones de 1946, Eva Duarte consideró que la había traicionado políticamente y no había agradecido como se merecía el apoyo que siempre le había dado.
Pero la Pareja Presidencial estaba viviendo un hecho mucho más dramático, a Evita le había sido diagnosticado un cáncer terminal que acabó con su joven vida al año siguiente: 1952, cuando contaba solo con 33 años de edad.
Una enlutada Avenida de Mayo acogió el triste cortejo fúnebre de Eva Duarte de Perón, prestando una vez más su papel de eje central de la Nación Argentina, tanto para lo bueno como para lo malo.
Toda su vida, circunstancias personales y políticas harán que «La Señora» se convierta en un mito imperecedero, que con los años se consagraría en canciones, óperas musicales y películas de cine, como todos sabemos. Aunque la realidad siempre supera a la ficción…
Perón continuaba con su plan de reformas, incrementando la independencia económica de la Argentina, pero ya en aquella época era imposible que un país, por muy rico que fuera, pudiera mantenerse de forma aislada, especialmente si quería industrializarse y modernizarse.
Una mala administración de la ingente herencia recibida puede acabar con cualquier fortuna, por grande que esta sea. Un país es como una familia y el generoso reparto de bienes sin planificación ni criterio tenía los días contados. La corrupción política también comenzaba a hacerse fuerte desde dentro del poder y quería llevarse su tajada del suculento pastel, todo hacía presagiar que la victoria electoral de 1951 tenía los días contados.
Los Sindicatos Obreros habían obtenido cada vez más cuota de poder, y los viejos enemigos de Perón que habían conseguido enviarle a la cárcel de la Isla Martín García en 1945, seguían allí diez años después, pero ahora contaban con el apoyo de los Estados Unidos y de los aliados que habían vencido en la Segunda Guerra Mundial, los nuevos amos del mundo.
Así las cosas, en 1955 un nuevo pronunciamiento militar encabezado por los Generales Lonardi y Aramburu, bombardea la Plaza de Mayo, la casa Rosada y zonas aledañas de la Avenida de Mayo y hace que el General Perón abandone el poder.
Si bien una cañonera paraguaya enviada por el Presidente Alfredo Stroessner (otro protector de nazis en su país) le esperaba en el Puerto de Buenos Aires, para llevarle Río de la Plata arriba hasta Asunción, capital de Paraguay, en lo que sin duda fue una huida rocambolesca. De este modo no pudo ser apresado por los golpistas y salvó una vez más su vida.
Posteriormente vagaría como exiliado durante algún tiempo por otros países de Sudamérica, hasta que su viejo amigo el General Franco, que siempre agradeció el apoyo que había dado a España durante las hambrunas de la posguerra, le invitó a fijar su residencia en nuestro país, donde vivió hasta un espectacular regreso a la Argentina dieciocho años después, lo que más adelante comentaremos.
Una vez más (y habría muchas otras después) los militares estaban en el poder, que mantuvieron hasta el final del mandato que le correspondía al General Perón. Éste fue juzgado en rebeldía y degradado de su grado militar por traición a la Nación Argentina, así mismo fue prohibido el Partido Justicialista que no podría presentarse a las siguientes elecciones.
Continuare con este relato. Agradezco mucho a los que me leéis y espero esté gustando a los que se interesen por la historia de la República Argentina y por la incomparable Avenida de Mayo. Por mi parte, aunque esta vez no escriba de mis temas habituales, lo estoy disfrutando ya que a ambas les profeso un gran cariño.
Miguel Ángel Álvarez